Psalm 51
Create in me a clean heart, O God, and renew a right spirit within me. 
Cast me not away from your presence and take not your holy Spirit from me.
Give me the joy of your saving help again and
sustain me with your bountiful Spirit.
The sacrifice of God is a troubled spirit;
a broken and contrite heart, O God, you will not despise.

Dear friends in Christ,

One liturgical year ago, many of us who were leading congregations were preparing for Ash Wednesday while keeping one eye on the news. A strange virus they were calling Covid-19 was threatening infection. It was unclear how seriously we should regard the news of this strange virus. My mindset, at that time, was to soldier-on: no virus was going to take down our Ash Wednesday liturgy. And so we did soldier-on. Only weeks later did the seriousness weigh on us, and we were in lockdown. I, like so many priests leading congregations, went into deep grief over what we were being asked to do: to plan a Holy Week and Easter without gathering together, without Holy Eucharist. I also remember thinking, “We’ll look forward to next Easter when we will all be back together again!”

It is painful to realize that we anticipated the end of the pandemic so much earlier. It is difficult to think about the hopefulness of a year ago because it is not over. We are into the second year of pandemic protocols; and we are planning year 2 of pandemic Lent, Holy Week, and Easter.  

Ash Wednesday presents a unique challenge for us as we struggle to absorb this past year and hustle to live into this abnormal world with its abnormal routines. The imposition of ashes is a challenge when we are observing Covid-19 protocols. The alternative approach to sprinkle ashes on one’s head is certainly biblical and historical – and makes sense in today’s reality of safe-distancing, mask-wearing, and hand washing. But I’m wondering about the meaning underneath the ritual of Ash Wednesday. I’m wondering about the ways we participate in the spirit of Ash Wednesday even in the absence of the familiar imposition of ashes.

The Ash Wednesday ritual was meant to prepare penitents to be received back into the faith community. It was meant to focus the hearts and minds of the faithful on the patterns of our living that separate us from God by inviting us to give up something. One of the reasons we encourage giving up something during Lent is to intentionally create a sense of lack or absence in our daily routines, such that we will pause at that moment of awareness around that lack and pray. 

In all honesty, I really don’t want to give up anything this Lent. I feel like I’ve given up so much because of this pandemic. But the other day, as I pondered this resistance, my thoughts wandered to those whose lives are disrupted, destabilized, and desperate even in non-Covid times. I began to think about what the ritual of Ash Wednesday invites when you have given up so much already. This reflection led me to reflect on the depth of Christ-centered self-denial.  It is not about suffering and the display of one’s suffering, it is about giving up the stubborn insistence that we are in control of it all. It is about giving up the selfish belief that those others are the ones who need to repent. Ash Wednesday is the threshold into the season of giving up our hardened hearts.  

These times are extremely difficult as we navigate how to be Beloved Community in the swirling chaos of fear, hate, anger, finger-pointing, self-aggrandizement, self-righteousness, and despair. Yet the more we try to impose our will, our control, our self-importance, the more we get caught in our sins: turning away from God who asks only that we accept God’s love and then love each other.  

I want to suggest that we do something daring and radical this Ash Wednesday. I ask each of us to reflect on what is required of us to give up the parts of our hearts that are hardened. Give up the self-righteousness, the cynicism, the deaf ear to those who disagree with us. Give up those hardened parts of our hearts and, instead, open our hearts to loving each other. Period.  No conditions, no prerequisites, no qualifiers. Let’s take this time beginning with Ash Wednesday to repent of our hardened hearts and the ways we have separated ourselves from each other. Let’s take this time to open our hearts to the “other” (read: the one who disagrees with us) and to love them by reflecting God’s infinite love for us.  

Yes, we are tired and worn out by this pandemic. And even so, God calls us to set aside our resistance and to let in that wondrous love that surpasses all understanding even as we acknowledge that we are dust and to dust we shall return.

Blessings this Ash Wednesday and I wish you a Holy Lent,

Bishop Diana
The Rt. Rev. Diana Akiyama
Bishop of the Episcopal Diocese in Western Oregon


Salmo 51
Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, 
y renueva un espíritu recto dentro de mí.
No me eches de tu presencia, y no quites de mí tu santo Espíritu.
Restitúyeme el gozo de tu salvación, y sostenme con un espíritu firme.
Los sacrificios de Dios son el espíritu contrito;
al corazón contrito y humillado, oh Dios, no despreciarás. 

Queridos amigos en Cristo,

Hace un año litúrgico, muchos de nosotros que, a cargo de congregaciones, mientras nos preparábamos para el Miércoles de Ceniza, estábamos atentos a las noticias. Un extraño virus al que llamaban Covid-19 amenazaba con un gran contagio. No estaba muy claro la seriedad con la que debíamos considerar la noticia de este extraño virus. Mi modo de pensar, en ese momento, era de no ceder: ningún virus iba a acabar con nuestra liturgia del Miércoles de Ceniza. Y así lo hicimos, como soldados. Solo unas semanas después nos dimos cuenta de la seriedad y ya nos encontrábamos en cuarentena. Yo, como tantos sacerdotes que dirigen congregaciones, sentí un profundo dolor por lo que se nos pedía que hiciéramos: planear una Semana Santa y una Pascua sin estar reunidos físicamente, sin la Sagrada Eucaristía. También recuerdo haber pensado: “¡Esperaremos con ansias la próxima Pascua, cuando todos volvamos a estar juntos!”.

Es doloroso darnos cuenta de que anticipamos el final de la pandemia antes de tiempo. Es difícil pensar con optimismo, porque desde hace un año aún no ha terminado. Estamos en el segundo año de protocolos pandémicos; y estamos planeando el segundo año de Cuaresma, Semana Santa y Pascua pandémica.

El Miércoles de Ceniza presenta un desafío único para nosotros, mientras luchamos por asimilar todo el año pasado y nos esforzamos por vivir en este mundo anormal con sus rutinas anormales. La imposición de cenizas es un desafío ya que estamos observando los protocolos Covid-19. El enfoque alternativo de esparcir cenizas en la cabeza es ciertamente bíblico e histórico, y tiene sentido en la realidad actual para la seguridad en una distancia física, el uso de máscaras y el lavado de manos. Pero me pregunto ¿qué significa el ritual del Miércoles de Ceniza? Me pregunto acerca de las formas en que participamos en el espíritu del Miércoles de Ceniza, incluyendo en la ausencia de la acostumbrada imposición de las cenizas.

El ritual del Miércoles de Ceniza estaba destinado a preparar a los penitentes para ser recibidos nuevamente en la comunidad de fe. Tenía el propósito de centrarse en el corazón y la mente de los fieles sobre el comportamiento de la vida que los separaban de Dios, y el invitarlos a renunciar a algo. Una de las razones por las que motivamos para renunciar a algo durante la Cuaresma, es para crear intencionalmente, la sensación de falta o ausencia de algo en nuestra rutina diaria, de modo que nos detengamos y conscientemente reflexionemos en esa ausencia y hagamos oración.

Honestamente, no quiero renunciar a nada en esta Cuaresma. Siento que he renunciado a muchas cosas debido a esta pandemia. Pero el otro día, mientras reflexionaba sobre esta resistencia, mis pensamientos se fueron hacia aquellos cuyas vidas han sido interrumpidas, desestabilizadas y están desesperadas, incluso en tiempos no Covid. Empecé a pensar en lo que el ritual del Miércoles de Ceniza nos invita, cuando ya hemos renunciado a tanto. Esta reflexión me llevó a pensar sobre la profundidad del sacrificio centrada en Cristo. No se trata de sufrir y mostrar el sufrimiento de uno, se trata de renunciar a esa insistencia necia de tener el control de todo. Se trata de renunciar a la creencia egoísta de que son los otros los que necesitan arrepentirse. El miércoles de ceniza es el inicio de la temporada para abandonar nuestros corazones endurecidos.

Estos tiempos son extremadamente difíciles, y más aún cuando tratamos de ser La Comunidad Amada en medio de un torbellino caótico de miedo, de odio, de ira, de acusaciones, de auto engrandecimiento, de superioridad moral y la desesperación. Sin embargo, en cuanto más tratamos de imponer nuestra voluntad, nuestro control, nuestra importancia personal, nos enredamos más en nuestros pecados: alejándonos de Dios, que solo nos pide que aceptemos el amor de Dios y nos amemos unos a otros. 

Quiero sugerir que hagamos algo muy atrevido y radical este Miércoles de Ceniza. Les pido a cada uno de nosotros que reflexionemos sobre lo que se nos pide para renunciar a las partes de nuestro corazón que están endurecidas. Abandonar nuestra superioridad moral, el cinismo, el oído sordo hacia los que no están de acuerdo con nosotros. Abandonar esas partes endurecidas de nuestro corazón y, por otra parte, abrir nuestro corazón para amarnos unos a otros. ¡Punto! 

Sin condiciones, sin requisitos previos, sin clasificaciones. Tomemos este tiempo, empezando con el Miércoles de Ceniza, para arrepentirnos de nuestros corazones endurecidos y las formas en que nos hemos separado unos de otros. Aprovechemos este tiempo para abrir nuestro corazón al “otro” (es decir: el que no está de acuerdo con nosotros) y amarlo reflejando el amor infinito de Dios por nosotros.

Sí, ya estamos cansados ​​y agotados por esta pandemia. Y aun así, Dios nos llama a dejar a un lado nuestra resistencia y dejar entrar ese amor maravilloso que sobrepasa todo entendimiento, incluso cuando reconocemos que somos polvo y al polvo volveremos.

Bendiciones este Miércoles de Ceniza y les deseo una Santa Cuaresma,

Obispa Diana
La Revdma. Diana Akiyama
Obispa de la Diócesis Episcopal del Oeste de Oregon