En Español
“Indifference, to me, is the epitome of evil.”
—Elie Wiesel
In 2009, I made my vows and became an oblate of a Benedictine monastery in Middleton, Wisconsin. At the center of the Benedictine spiritual practice is praying the Psalms. Before I knew about the Benedictine order and its relationship with the Psalms, I found them one day as I sat in quiet reflection in an empty church. After sitting with my own jumbled petitions, I decided I wanted to read a prayer from the Book of Common Prayer. I leafed through the prayer book and ended up in the back pages where the Psalms are printed. This began my relationship with the Psalms. Finding a religious order centered on praying the Psalms some 25 years later added structure and depth to my practice.
One of the Psalms for today Thursday, March 18 in memory of Cyril, Bishop of Jerusalem, is Psalm 34: 1-8. Verses 4-6 resonated strongly as I prayed over the Asian women in Atlanta who were murdered by a gunman on Tuesday, March 16.
I sought the Lord, and he answered me,
and delivered me from all my fears.
Look to him, and be radiant;
and let not your faces be ashamed.
I called in my affliction and the Lord heard me
and saved me from all my troubles.
The violence in our communities is staggering. It is difficult to resist despair as we struggle with feeling helpless. Often our thoughts go to grand and magical remedies, “If I could just wave a wand and make all lethal weapons disappear, then we could live in peace.” While reasonable laws about owning guns would help protect the innocent, the quest for peace will persist. We can legislate for civil peace, but no law will help us find spiritual peace…at least no human law.
Jesus’ summary of the law to love God and love your neighbor, is the way to peace. And we can’t get there without prayer. Our life in Christ must be centered in prayer. There is no other way to peace because there is no other way to God than through prayer. If we’re honest, days like Tuesday are a challenge to kneel in quiet prayer. We want to scream “somebody should do something!” This is where the honesty of the Psalms can ground our prayer. Sometimes the suitable prayer is a wail of sorrow and deep grief. Sometimes it is an outright complaint, how long, O Lord, how long? The Psalms reflect our human condition in all our complexity; and they always bring us back to God.
I am filled with deep sorrow over the shootings in Atlanta. When I first heard the news, I was speechless. It has taken me a while to find the words because my first reaction was to weep and wail. What followed after silence and prayer, was a petition to God for the troubled man with the gun. For peace to replace the violence in his heart. For love to replace his indifference to human life. For healing to replace his broken spirit. For a relationship with one kind person to replace the demons that torment him. And I also pray that we will, each of us, take the practice of prayer seriously because, without prayer, we begin to believe that the demons are “out there” needing to be slayed. In fact, the most deadly demons are within. Let us pray to God to be liberated from our fears. Let us pray to God to become each others beloved in Christ so that our alienation is no more. Let us then, with authentic hope, say to one another, “the Peace of Christ be always with you.”
Yours in Christ,
+Diana
En Español
“La indiferencia, para mí, es la personificación del mal”.
– Elie Wiesel
En 2009, hice mis votos y me convertí en oblata de un monasterio benedictino en Middleton, Wisconsin. En el centro de la práctica espiritual benedictina es la oración de los Salmos. Antes de saber sobre la orden benedictina y su relación con los Salmos, los encontré un día mientras estaba sentada en una iglesia vacía con reflexión tranquila.
Después de estar sentada con mis propias peticiones desorganizadas, decidí que quería leer una oración del Libro de Oración Común. Hojeé el libro de oraciones y terminé en las últimas páginas donde están los Salmos. Esto inició mi relación con los Salmos. Después de 25 años el encontrar una orden religiosa centrada en rezar los Salmos, le dio estructura y profundidad a mi práctica.
Uno de los salmos para hoy jueves 18 de marzo en memoria de Cirilo, Obispo de Jerusalén, es el Salmo 34: 1-8. Los versículos 4-6 resonaron con fuerza mientras oraba por las mujeres asiáticas en Atlanta que fueron asesinadas el martes por el asesino.
Le pedí a Dios que me ayudara,
y su respuesta fue positiva:
¡me libró del miedo que tenía!
Los que a él acuden
se llenan de alegría
y jamás pasan vergüenzas.
Yo, que nada valgo,
llamé a Dios, y él me oyó,
y me salvó de todas mis angustias.
La violencia en nuestras comunidades es impactante. Es difícil resistir a la desesperación mientras luchamos con el sentimiento de impotencia. A menudo, nuestros pensamientos se dirigen a remedios grandiosos y mágicos, “Si pudiera mover una varita y hacer desaparecer todas las armas mortíferas, entonces podríamos vivir en paz”. A pesar de que las leyes sensatas sobre la posesión de armas ayudarían a proteger a los inocentes, la búsqueda por la paz continuará. Podemos legislar para una paz civil, pero ninguna ley nos ayudará a encontrar la paz espiritual … al menos ninguna ley humana.
El resumen de Jesús sobre la ley de amar a Dios y amar al prójimo es el camino hacia la paz. Y no podemos llegar a ella sin la oración. Nuestra vida en Cristo debe centrarse en la oración. No hay otro camino para la paz porque no hay otro camino a Dios sino a través de la oración. Si somos honestos, días como el martes son una causa para arrodillarse en oración silenciosa. Queremos gritar “¡alguien debería hacer algo!” Aquí es donde la sinceridad de los Salmos puede ser el fundamento a nuestra oración. A veces, la oración adecuada es un lamento del dolor y una tristeza profunda. A veces es una queja sincera, ¿hasta cuándo, oh Señor, hasta cuándo? Los Salmos reflejan nuestra condición humana con toda nuestra complejidad; y siempre nos llevan a Dios.
Tengo una tristeza profunda por la balacera en Atlanta. Cuando escuché la noticia por primera vez, me quedé sin palabras. Me ha tomado un tiempo para encontrar las palabras, porque mi primera reacción fue la de llorar y lamentar. Después del silencio y la oración, siguió una petición a Dios por el hombre perturbado y armado con la pistola. Que la paz reemplace la violencia en su corazón. Que el amor reemplace su indiferencia por la vida humana. Para que la sanación reemplace su espíritu quebrantado. Para que la relación con una persona amable reemplace los demonios que lo atormentan.
Y también hago oración para que, cada uno de nosotros, tomemos en serio la práctica de la oración porque, sin oración, comenzamos a creer que los demonios están “ahí afuera” y necesitan ser asesinados. Cuando de hecho, los demonios mortales están dentro de uno. Recemos a Dios para que nos libere de nuestros miedos. Oremos a Dios para lleguemos a amarnos unos a otros en Cristo y no exista más nuestra enemistad. Entonces, con auténtica esperanza, nos digamos unos a otros: “La Paz de Cristo está siempre contigo”.
De ustedes en Cristo,
+Diana