Dear friends in Christ,
I don’t remember exactly when we started commercializing Easter like Christmas – creating a narrative of the Easter bunny leaving a basket of goodies for children on Easter morning. It wasn’t part of my early childhood; I remember when it changed.
One Easter morning, my sisters and I found brightly colored Easter baskets sitting in a row, each with one of our names on it. My mother wanted to make sure we did not get confused and explained this surprise: your grandparents brought these for you girls. There never was an Easter bunny narrative in our home. But we did receive the colorful baskets each year after that.
The baskets came in handy for the Easter egg hunt that took place at the church and sometimes in our backyard. And I like the image of Easter baskets when reflecting on our journey through Lent, Holy Week, and our arrival at the Easter Vigil or Easter morning.
Whatever your Lenten practice was, it likely focused on letting go of something like a habit that weakened your relationship with God. That practice is like emptying our basket: letting go of some ways of being in order to make room for the spiritual habits we desire.
And by the time we arrive at Easter, our basket is empty – or nearly so – and we are ready, and eager even, to fill it with good things…like compassion, friendship, love, and forgiveness.
Imagine you are standing at the edge of a lawn preparing to find these treasures to put them in your basket, like brightly colored eggs. But when you look down at your basket, you are surprised to see that the basket is already full. How could this be? I haven’t yet competed for these. I haven’t yet done the work that proves I earned them.
This is the meaning of the Resurrection: this new life we have in Christ is given to us freely and in abundance. There is nothing we must do to earn God’s love. There is nothing we must prove to God in order to receive love in abundance. Our baskets are already and mysteriously full. This is God’s doing.
The Risen Christ is a sign of God’s love that is stunning, mysterious, and shot through with hope and promise.
The gifts we have received – those treasures God has placed in our baskets – are given because we are loved and forgiven. We are called to do likewise, to love and forgive others.
The baskets we hold are brimming over with God’s gifts; they are not ours to hoard or store up; they are ours to give away. We are called to give generously and without judgment, just as God has done for us.
This Easter, when we say Alleluia! Christ is Risen! Let these words remind us to reach into the riches we have received from God and give generously – empty our baskets so that others will know the love, compassion, forgiveness, and faithfulness that flows from this stunning new life in Christ.
Alleluia! Christ is Risen!
+Diana
Mensaje de Pascua 2023
No recuerdo exactamente cuándo empezamos a comercializar Semana Santa, como
Navidad: creación de una narración del conejito de Pascua que deja una canasta de dulces para los niños en la mañana de Pascua. No era parte de mi infancia, y yo recuerdo cuando cambió.
Una mañana de Pascua, mis hermanas y yo encontramos canastas de Pascua de colores brillantes colocadas en una fila cada una con nuestros nombres. Mi madre quería estar
segura de que no nos confundiéramos y nos explicó esta sorpresa: Tus abuelos
trajeron esto para ustedes niñas. Nunca tuvimos una narrativa del conejo de Pascua en nuestro hogar, pero después de ese día recibimos las canastas de colores cada año.
Las canastas fueron útiles para la búsqueda de huevos de Pascua que tuvo lugar en la iglesia y, a veces, en nuestro patio de atrás. Y me gusta la imagen de las canastas de pascua, al reflexionar sobre nuestro caminar por la Cuaresma, la Semana Santa y nuestra llegada a la Vigilia Pascual o mañana de Pascua.
Cualquiera que sea su práctica de Cuaresma, probablemente se centró en dejar algo como una costumbre que debilitó su relación con Dios. Esa práctica es como vaciar nuestra canasta: soltar algunas formas de ser para dejar espacio a hábitos espirituales que deseamos.
Y cuando llegamos a la Pascua, nuestra canasta está vacía, o casi vacía, y estamos listos y, ansiosos, de llenarla con las cosas buenas… como la compasión, la amistad, el amor, el perdón.
Imaginen que están parados al borde de un jardín preparándose para encontrar estos tesoros, para ponerlos en su canasta – como huevos de colores brillantes. Pero cuando miran hacia abajo en su canasta se sorprenden al ver que ésta ya está llena.
¿Cómo podría ser esto? Todavía no he empezado a buscarlos, aún no he hecho el trabajo que prueba que los gané.
Este es el significado de la Resurrección: esta vida nueva que tenemos en Cristo es dada
a nosotros gratuitamente y en abundancia. No hay nada que debamos hacer para ganarnos el amor de Dios. No hay nada que debamos demostrarle a Dios para recibir amor en abundancia. Nuestras canastas ya están misteriosamente llenas. Esto es obra de Dios.
Cristo Resucitado es un signo del amor de Dios que es deslumbrante, misterioso y trascendental, con esperanza y promesa.
Los regalos que hemos recibido, esos tesoros que Dios ha puesto en nuestras canastas son dados porque somos amados y perdonados… y estamos llamados a ir y hacer asimismo: amar y perdonar a los demás.
Las canastas que sostenemos están rebosantes de los dones de Dios; no son nuestros para atesorar o almacenar, son nuestros para regalarlos. Estamos llamados a dar generosamente y sin juicio, tal como Dios lo ha hecho por nosotros.
Esta Pascua cuando decimos ¡Aleluya! ¡Cristo ha resucitado! Que estas palabras nos recuerden llegar hasta las riquezas que hemos recibido de Dios y dar generosamente – que vaciemos nuestras canastas para que otros conozcan el amor, la compasión, el perdón y fidelidad que fluye de esta asombrosa nueva vida en Cristo.
¡Aleluya! ¡Cristo ha resucitado!
+Diana