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Dear friends in Christ,

Thanksgiving is the beginning of a season of traditions for many of us. In the United States we tend to gather around food – lots of food. We expect to share our thankfulness in ways that make sense to our family cultures, however we define “family.” The meaning of Thanksgiving has changed dramatically for those of us who were raised on the standard story of pilgrims thanking the Native Peoples for helping them survive. This national holiday is no longer a celebration of colonialism; it is a day that has meaning based on a broadened invitation to reflect on historical injustices alongside those things for which we are grateful.  

In these times, we do find ourselves feeling somewhat frail in the area of gratefulness, however. Most of us are just too tired or stressed to reflect on the topic. It feels like we are still scrambling to adjust, adapt, and cope. As we approach Thanksgiving, I have been reflecting on the tension between the desire to be thankful and the temptation to give over to hopelessness, even despair. From global concerns over the “environmental cliff” to local concerns for racial justice in our communities, the weight of acting in the face of enormous odds can feel paralyzing.

Yet, our Christian story continues to push and prod us forward. God is relentlessly creating and stirring the Holy Spirit to dwell amongst us – kicking up light and love to remind us that hope will not be deterred. Even more, God does not need us to express false optimism or to sugar-coat that which is painful. We are called to be faithful – to return to prayers that shape us through praise, petition, confession, and gratitude. Too often we confuse hopefulness with being cheerful as in, “it’ll all turn out ok – you’ll see.” But as followers of Jesus, we know that lasting hopefulness is gritty and clear-eyed. And this kind of hope is founded on gratitude.

There are, undoubtedly, reasons to be grateful this Thanksgiving – for healing, for a goal achieved, for a reconciled relationship, for laughter, and for love. It’s also true that this season is accompanied by disturbing reminders of the brokenness of our world. This week alone, we wonder whether justice will truly be delivered in cases of racial violence. This mixture of joy and despair does not require sorting before we express gratitude. We are called to be grateful for all of it, and, in order to do this well, we need to dive in: in the face of injustice, for what are we thankful?  

Be grateful for the courage to speak out.  
Be grateful for hearts and minds that seek out solutions.  
Be grateful for a faith that continually fuels us to respect the dignity of every human being.  
Be grateful for a God who is tireless in calling us to respond to the weak, the vulnerable, and those in need.  

Above all, let’s be grateful for the wisdom to know that we are not God – only God is God; we are simply called to reflect God faithfully and with compassion. This we know with great clarity because of the one who came amongst us to live as one of us, Jesus.

For his bold and selfless love, let us be ever grateful this Thanksgiving.

In Christ,

Almighty and gracious Father, we give you thanks for the fruits of the earth in their season and for the labors of those who harvest them. Make us, we pray, faithful stewards of your great bounty, for the provision of our necessities and the relief of all who are in need, to the glory of your Name; through Jesus Christ our Lord, who lives and reigns with you and the Holy Spirit, one God, now and for ever. Amen. (Collect for Thanksgiving, BCP p. 246)


Queridos Amigos en Cristo,

El Día de Acción de Gracias es el inicio de una temporada de tradiciones para muchos de nosotros. En los Estados Unidos tenemos la costumbre de reunirnos alrededor de la comida, mucha comida. Esperamos compartir nuestro agradecimiento de maneras que tengan sentido para nuestras culturas familiares, sin importar cómo definamos “familia”. El significado de Acción de Gracias ha cambiado drásticamente para aquellos de nosotros que fuimos criados en la historia común de los peregrinos agradeciendo a los Pueblos Nativos por ayudarlos a sobrevivir. Esta fiesta nacional ya no es una celebración del colonialismo; es un día que tiene sentido a partir de una invitación más amplia para reflexionar sobre las injusticias históricas junto a aquellas cosas por las que estamos agradecidos.

Sin embargo, en estos tiempos nos sentimos, en cierto modo, frágiles en el área del agradecimiento. La mayoría de nosotros estamos demasiado cansados ​​o estresados ​​para reflexionar sobre este tema. Parece que todavía estamos luchando por ajustarnos, adaptarnos y hacerle frente. A medida que nos acercamos al Día de Acción de Gracias, he estado reflexionando sobre la tensión entre el deseo de estar agradecido y la tentación de entregarse a la desesperanza, incluso a la desesperación. Empezando por las preocupaciones globales sobre el “precipicio ambiental” y continuando con  las preocupaciones locales por la justicia racial en nuestras comunidades y el enorme peso para actuar frente a enormes dificultades, todo esto puede resultar paralizante.

Sin embargo, nuestra historia cristiana continúa empujándonos y empujándonos hacia adelante. Dios está creando y moviendo incansablemente para que more entre nosotros el Espíritu Santo, dándonos luz y amor para recordarnos que la esperanza no será desalentada. Más aún, Dios no necesita que expresemos un falso optimismo o que endulcemos lo que es doloroso. Estamos llamados a ser fieles, a volver a las oraciones que nos forman a través de la alabanza, la petición, la confesión y la gratitud. Con demasiada frecuencia confundimos la esperanza con la alegría, cuando decimos: “todo saldrá bien, ya verás”. Pero como seguidores de Jesús, sabemos que la esperanza duradera es valiente y clara. Y este tipo de esperanza se basa en la gratitud.

Sin duda, hay razones para estar agradecidos en este Día de Acción de Gracias: por la curación, por una meta alcanzada, por una relación reconciliada, por la risa y por el amor. También es cierto que esta temporada va acompañada de inquietantes recordatorios de nuestro mundo tan agrietado. Esta semana, precisamente,  nos preguntamos si realmente se hará justicia en los casos de violencia racial. Esta mezcla de alegría y desesperación no requiere una clasificación antes de expresar gratitud. Estamos llamados a estar agradecidos por todo ello y, para hacerlo bien, necesitamos meternos de lleno: ante la injusticia, ¿de qué podremos estar agradecidos?

Estemos agradecidos por el valor de hablar.
Estemos agradecidos por los corazones y las mentes que buscan soluciones.
Estemos agradecidos por una fe que continuamente nos impulsa a respetar la dignidad de todo ser humano.
Estemos agradecidos por a un Dios que no se cansa para llamarnos a contestar a los débiles, vulnerables y necesitados.

Sobre todo, estemos agradecidos por la sabiduría de saber que no somos Dios, solo Dios es Dios; simplemente estamos llamados a reflejar a Dios fielmente y con compasión. Esto lo sabemos con gran claridad por el que vino entre nosotros para vivir como uno de nosotros, Jesús.

Por su amor valiente y desinteresado, estemos siempre agradecidos en este Día de Acción de Gracias.

En Cristo,